Nunca he podido ver una central de autobuses sin vaciar en ella todas mis nostalgias seguro se debe a esa clase de cosas llamadas traumas o fijaciones. No recuerdo con certeza la primera vez que estuve en una, pero tengo otro recuerdo -doloroso e imborrable- que se repitió en varias ocasiones.
Yo tendría unos 4 o 5 años, era de noche, nos desplazábamos en el carro de mi abuela, aun no sabía a dónde pero sentía miradas de compasión desde la mañana -lo cual no significaba nada bueno- llevaba el rostro recargado contra la ventanilla viendo las luces de la ciudad y como se desvanecían al avanzar; Sonreía y me restregaba contra mi mama -me agrada bastante, a pesar de la relación torcida que mantenemos actualmente- señalándole con mis dedos las cosas más impresionantes.
El carro se detuvo y aparcamos en el estacionamiento de la central camionera. Miguel- mi tío que conducía el coche- abrió la cajuela sacando de ella unas maletas. Mi madre me llevo en sus brazos hasta el mostrador de la línea "Tufesa" - en la cual siempre viajaba - me coloco en el suelo y comenzó a hurgar en su bolso en busca de la cartera, pago el boleto y fui de su mano hasta unas sillas.
Ella me abrazaba, besaba y mimaba - eso no era extraño ya que es muy cariñosa - de repente una voz a través de los alto parlantes anunciaba que era momento de abordar, ella instantáneamente se puso de pie y esta vez no tomo mi mano ni me llevo en sus brazos.
Mi tío avanzo tras nosotros cargando las inmensas maletas, las coloco en una mesa mientras mama mostraba su boleto y revisaban el equipaje.
Terminada la revisión ella abrazo a la abuela, me beso y se dio la vuelta; mi tío la acompaño hasta la zona de abordaje, mientras yo la vislumbraba a través del cristal, esperando que volviera. Sin embargo ella hizo algo que jamás pensé . . . subió al autobús y no bajo, en ese momento comprendí que se iba, no sabía a dónde, ni porque me abandonaba.
Comenzó a sollozar, derramar lágrimas e implorar a gritos que volviera. . . ¿si me quería porque me dejaba?, no conseguí que bajase, por el contrario, el autobús comenzó su marcha y los brazos de mi abuela me sujetaron con fuerza, mientras yo pugnaba por alcanzarla -cosa que no conseguí.
Lo demás se ha ido desvaneciendo, pero eso lo tengo muy grabado, prueba de ello es que no puedo estar en una central con mi madre sin sentir unas irrefrenables ganas de llorar